La aceptación de las realidades externas que nos toca vivir es un elemento fundamental del bienestar psicológico. A veces podemos confundir la aceptación con la resignación. Esta última implica que en el fondo no aceptamos la situación, que estamos peleados con nuestra realidad.
Para entender ambos conceptos nos puede servir como ejemplo la recomendación que suele hacerse cuando las olas nos alejan de la orilla. Si nadamos contracorriente nos agotaremos (resignación) y no conseguiremos nuestro objetivo. Si nos dejamos arrastrar, en cambio, llegara un momento en que podremos nadar perpendicularmente a la corriente hasta encontrar una zona de menor resaca que nos permita volver a la orilla (aceptación). La aceptación, como vemos, no implica inmovilidad, sino que nos permite redirigir nuestra vida atendiendo a las circunstancias del momento.
Un ejemplo real de aceptación es el del poeta Antonio Cabrera, que quedó tetrapléjico después de un accidente fortuito y cuenta su experiencia en la siguiente entrevista de El Mundo:
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