La hija de Sigmund Freud, Anna, en su libro El yo y los mecanismos de defensa sostuvo que todos los individuos, normales o neuróticos, utilizaba un repertorio característico de mecanismos de defensa. Aunque Sigmund Freud había admitido la existencia de dichos mecanismos en sus escritos se había ocupado, sobre todo, del mecanismo de defensa que él consideraba fundamental, la represión.
Fue Anna Freud la primera en afrontar el estudio global de dichos mecanismos, agrupando las defensas según el grado de madurez relativa asociada a las mismas. De esta forma, mientras que algunos individuos utilizan defensas maduras, que son mecanismos de adaptación normales y necesarios, otros individuos utilizarán otro tipo de defensas denominadas, de menor a mayor grado de madurez, narcisistas, inmaduras o neuróticas.
El estudio de los mecanismos de defensa fue retomado por los analistas de la psicología del yo y otros más contemporáneos como George Vaillant.
Las defensas narcisistas, el tipo de defensas más primitivas, serían, según Anna Freud, las utilizadas por los niños y personas con trastornos psicóticos (la ecuación: defensas del niño=defensas del psicótico puede hacernos pensar sobre el estatuto del niño en Anna Freud).
Negación: a diferencia de la represión, que protege contras los afectos y las derivaciones del impulso, la negación elimina la realidad externa. Mediante la negación de los datos aportados por los sentidos se consigue no reconocer algún aspecto doloroso de la realidad.
Distorsión: Se utiliza para mantener sentimientos de superioridad o entidad delirantes (como creencias megalomaníacas o la realización delirante de deseos). Para conseguirlo se altera la realidad adaptándola a estas necesidades internas.
Proyección: los impulsos propios inaceptables se perciben como si fueran ajenos al individuo. Aunque todos proyectamos en mayor o menor medida, este mecanismo esta presente de modo característico en los estados psicóticos, bajo la forma de delirio. Sigmund Freud vinculaba las proyecciones paranoicas con la libido homosexual no aceptada, que se transforma en odio y se proyecta sobre el objeto del impulso homosexual inaceptable.
Identificación proyectiva: Permite al sujeto distanciarse y comprenderse a sí mismo al presionar a otro individuo para que experimente afectos similares a los propios. Los aspectos no aceptados de uno mismo se proyectan en el otro de manera que proyector y objeto proyectado sientan lo mismo.
Escisión: el self o los objetos externos se viven como absolutamente buenos o absolutamente malos, pudiendo pasar de una a otra categoría de forma brusca.
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