La primero que deseo indicar es que la ansiedad es adaptativa, proporciona ventajas evidentes para la supervivencia del organismo y por ello podemos hablar de una ansiedad normal. Esta ansiedad normal la puede sentir un adulto cuando se enfrenta a la vejez o a la posibilidad de la muerte, un adolescente cuando se enfrenta a su primera cita o un niño en su primer día de escuela. La ansiedad, por tanto, acompaña al ser humano en sus procesos de crecimiento y cambio y en su búsqueda de la propia identidad y del sentido de la vida. El sentimiento de ansiedad se caracteriza por una sensación de aprensión vaga, difusa y desagradable, que a menudo se acompaña de síntomas autonómicos como palpitaciones, sudoración, dolor de cabeza o molestias estomacales.
A un nivel práctico la ansiedad patológica se diferencia de la normal por la evaluación que hacen de ella los pacientes, sus familiares o amigos o el propio clínico.
Históricamente fue Sigmund Freud el que acuñó, hace más de 100 años, el término de “neurosis de ansiedad”. En un primer momento identificó dos formas de ansiedad. El primer tipo de ansiedad tenía que ver con la represión de la libido. Al producirse un incremento fisiológico de la tensión sexual se producía el correspondiente incremento de la libido, la representación mental de ese estado fisiológico. Según Freud cuando esta tensión no podía liberarse mediante el acto sexual se produciría una neurosis, como la neurastenia, la hipocondría o la neurosis de ansiedad, para las que postuló una base biológica.
La otra clase de ansiedad estaría caracterizada por un sentimiento de preocupación o temor originado por un deseo o pensamiento reprimido. Freud pensaba que este tipo de ansiedad tenía una base más psicológica que biológica y era la responsable de las psiconeurosis (histeria, neurosis obsesiva y fobias). Para Freud este tipo de ansiedad era menos intensa que la observada en las neurosis de tipo fisiológico.
Esta primera teoría sobre la ansiedad fue modificada por Freud en 1926 en Inhibición, síntoma y angustia, considerando que tanto la ansiedad externa real como la interna neurótica son una respuesta a situaciones peligrosas. Freud identificó dos tipos de situaciones generadoras de ansiedad. La primera de ellas se produce cuando la excesiva presión del ambiente penetra las barreras del yo, produciendo un estado de indefensión y trauma. El prototipo de estas situaciones sería la experiencia del nacimiento. La segunda situación, más común, no esta relacionada directamente con un peligro, sino con la anticipación de ese peligro.
Aunque Freud no llegó a distinguir entre miedo y ansiedad las formulaciones postfreudianas establecen una diferencia psicológica entre las dos respuestas emocionales al observar la naturaleza aguda del miedo frente a la cronicidad de la ansiedad.
Según las teorías conductuales la ansiedad es una respuesta condicionada a estímulos ambientales específicos. Un estímulo ambiental neutro puede dejar de serlo al asociarse a un estímulo aversivo y, por generalización, la persona podrá sentir ansiedad ante estímulos parecidos a ese estímulo que, en origen, era neutro. También se postula que la ansiedad puede generarse mediante aprendizaje vicario (observando, por ejemplo, la ansiedad de los padres).
Las teorías cognitivas sostienen que la ansiedad va acompañada de pensamientos distorsionados, defectuosos o contraproducentes.
Las teorías biológicas afirman que los cambios biológicos preceden a los conflictos psicológicos. Los pacientes con trastornos de ansiedad, en especial con crisis de angustia, tendrían un sistema nervioso autónomo con mayor tono simpático, que se adaptan lentamente a los estímulos repetidos y que responden excesivamente a estímulos moderados.
Los tres principales neurotransmisores relacionados con la ansiedad son la noradrenalina, la serotonina y el ácido ᵧ-aminobutírico (GABA):
Noradrenalina: la teoría general sostiene que los pacientes afectados tienen un sistema noradrenérgico peor regulado que el resto de personas y con explosiones de actividad.
Serotonina: La relación establecida entre serotonina y ansiedad tiene su origen en la observación de que los antidepresivos serotoninérgicos tenían efectos terapéuticos en algunos trastornos de ansiedad.
GABA: el papel de este ácido en la ansiedad se apoya en la contrastada eficacia de las benzodiacepinas (que potencian la actividad de este neurotransmisor) en el tratamiento de los trastornos de ansiedad.
Más allá de todas estas posibles explicaciones es necesario saber que la ansiedad puede ser tratada. El objetivo de un tratamiento psicológico no es conseguir que la ansiedad desaparezca, pero sí hacer que ésta disminuya a niveles manejables para la persona, de forma que no interfiera en su vida diaria. Una posible forma de conseguir este objetivo es mediante terapias basadas en la escucha, como las de corte psicoanalítico o humanista. En este tipo de terapias se posibilita que la persona pueda hablar sobre su ansiedad y relacionar ésta con su particular historia de vida, que ha dejado marcas en su subjetividad. La re-elaboración de esta historia de vida facilita que la persona pueda cambiar su posición subjetiva, permitiendo que tanto la ansiedad como otros síntomas puedan remitir.
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