El psicoterapeuta debe saber acompañar a la persona para que este paso valiente que se ha dado sea sólo el primero de una serie que permita al cliente ir transformando su vida a su propio ritmo. Para ello, siguiendo a Rogers, el psicoterapeuta debe tener tres actitudes fundamentales:
Empatía: es la capacidad del terapeuta de entrar en el mundo del cliente, comprendiendo su punto de vista.
Aceptación incondicional: implica ser capaz de aceptar a la persona tal y como es, aceptando sus experiencias y sentimientos.
Congruencia: consiste en ser uno mismo, sin escudarse en máscaras o fachadas, o refugiado en su rol profesional.
Es muy probable que un profesional con estas tres características, independientemente de su enfoque, pueda acompañar a la persona en el proceso de cambio, ya que la hará sentirse cómoda y protegida, pudiendo arriesgarse a decir lo que piensa o siente sin el miedo a sentirse juzgada.
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