Inauguramos una nueva serie de artículos dirigidos a todas aquellas personas que sienten interés o curiosidad por las teorías psicoanalíticas. Para ello tomaremos como referencia las conferencias que pronunció Freud durante los cursos 1915-16 y 1916-17. Estas conferencias estaban dirigidas tanto a médicos como a profanos.
Incluiremos un enlace a las diferentes conferencias y un breve comentario de cada una. También completaremos estas conferencias con el comentario de algún otro artículo, ya que muchos importantes conceptos psicoanalíticos aún no habían sido abordados por Freud, entre otros la comúnmente denominada segunda tópica (la división del aparato psíquico en yo, ello y super-yo).
En la primera lección, meramente introductoria, Freud define el tratamiento psicoanalítico como un “intercambio de palabras entre el paciente y el analista” y añade que “por medio de las palabras puede un hombre hacer feliz a un semejante o llevarle a la desesperación.”
Freud también alerta a sus oyentes de tres dificultades que se encontraran para acceder al psicoanálisis:
1. La conversación que constituye el tratamiento psicoanalítico es absolutamente secreta y no tolera la presencia de una tercera persona. El psicoanálisis sólo puede aprenderse, de forma muy limitada, mediante un autoanálisis de ciertos fenómenos anímicos. Para acceder a un conocimiento de cierta amplitud haría falta analizarse, lo que también permitirá al sujeto experimentar en su propio ser los beneficios del psicoanálisis.
2. La visión médica (en la actualidad podríamos decir, más bien, el discurso biologicista) que funda en causas anatómicas las funciones orgánicas y sus perturbaciones y a explicarlas desde los puntos de vista físico y químico, olvidando la vida psíquica.
3. La tercera dificultad tendría que ver con un doble prejuicio, uno de carácter intelectual y el otro de orden moral, a dos afirmaciones psicoanalíticas. El primero de ellos tiene que ver con la afirmación psicoanalítica de que los procesos psíquicos son fundamentalmente inconscientes, siendo los procesos conscientes fracciones de la vida anímica total. Esta primera afirmación está íntimamente enlazada con la segunda, que establece la importancia de los impulsos sexuales (en sentido amplio) en la vida psíquica de las personas.
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