sábado, 20 de julio de 2013

Lecciones introductorias al psicoanálisis (II): Los actos fallidos

Inauguramos una nueva serie de artículos dirigidos a todas aquellas personas que sienten interés o curiosidad por las teorías psicoanalíticas. Para ello tomaremos como referencia las conferencias que pronunció Freud durante los cursos 1915-16 y 1916-17. Estas conferencias estaban dirigidas tanto a médicos como a profanos.

                                                                                     

Incluiremos un enlace a las diferentes conferencias y un breve comentario de cada una. También completaremos estas conferencias con el comentario de algún otro artículo, ya que muchos importantes conceptos psicoanalíticos aún no habían sido abordados por Freud, entre otros la comúnmente denominada segunda tópica (la división del aparato psíquico en yo, ello y super-yo).

 
Freud dedicó las lecciones 2,3 y 4 a los actos fallidos.
Freud comienza la segunda lección realizando una clasificación de los actos fallidos (Fehlandlungen). Un primer grupo de estos actos fallidos está conformado por aquellos que se producen cuando una persona dice una palabra por otra (Versprechen), escribe algo diferente a lo que pretendía (Verschreiben), lee en un texto algo diferente a lo que aparece (Verlesen) u oye algo diferente a lo que se dijo (Verhören). Un segundo grupo lo constituirían los fenómenos basados en el olvido temporal, como, por ejemplo, cuando no podemos recordar un nombre que, sin embargo, conocemos. En un tercer grupo encontraríamos fenómenos de olvido permanente; podemos, por ejemplo, olvidar definitivamente donde habíamos guardado algo o perder algún objeto definitivamente.

Freud admite que pueden existir motivos fisiológicos y atencionales relacionados con los actos fallidos, pero éstos no se explican totalmente por aquellos.

Freud cita a dos autores, Meringer y Mayer, filólogo y psiquiatra respectivamente, que intentaron dar una explicación de los lapsus linguae de carácter fonemático, en la que unos sonidos predominan sobre otros y predisponen al error. Para Freud esta explicación tampoco es suficiente, porque los lapsus más corrientes consisten en cambiar una palabra por otra que presenta cierta semejanza con ella, y que, de alguna forma, desvelan el oculto pensamiento de quien los comete. A continuación comentamos algunos de los ejemplos expuestos por Freud:

Un catedrático, en su discurso de presentación pretendía decir: “No soy el llamado (Ich bien nicht geeignet) a hacer el elogio de mi predecesor en esta cátedra” pero se equivoca y dice “No estoy inclinado…” (Ich bin nicht geneigt…).

Un presidente de la Cámara austro-húngara abrió un día la sesión con las siguientes palabras: “Señores diputados: hecho el recuento de los presentes y habiendo suficiente número, se levanta la sesión”.

Una señora quiso alabar el sombrero de otra y le pregunta en tono admirativo: “Y ha sido usted misma quien ha adornado ese sombrero?” Pero al pronunciar la palabra adornado (aufgeputzt) cambió la u de la última sílaba en a, formando un verbo relacionado con la palabra Patzerei (facha).

Un joven aborda a una muchacha en la calle diciéndole: “Si usted me lo permite, señorita, desearía acompañarla (begleiten)”, pero en vez de este verbo formó uno nuevo (begleitdigen), compuesto del primero y beleidigen (ofender).

No es difícil ver el sentido oculto en los cuatro ejemplos, sin necesidad de tener ningún conocimiento en psicoanálisis. A veces el sujeto puede explicar sus propios lapsus. En muchas ocasiones, sin embargo, la persona no dará ninguna importancia a estos. El interrogar a la persona sobre el sentido del lapsus y sus resultados son ya, tal y como Freud expone en su tercera lección, parte del trabajo psicoanalítico. Existen abundantes ejemplos de actos fallidos en la obra “Psicopatología de la vida cotidiana.”

Ya en la lección 4 Freud divide los lapsus en función del nivel de consciencia que tiene el sujeto sobre los mismos. Así existe un primer grupo en el que la tendencia perturbadora es conocida por el sujeto de la equivocación y además se le ha revelado con anterioridad a la misma.

El segundo grupo comprende aquellos casos en los que la persona que comete la equivocación reconoce en la tendencia perturbadora una tendencia personal, pero ignora que la misma se hallaba ya activa antes de la equivocación. Por ello estos sujetos aceptan la interpretación analítica y no se ven sorprendidos por la misma.

El tercer grupo lo constituyen aquellas personas para las que la intención perturbadora les es totalmente ajena. Si se realizara una interpretación el sujeto la negaría, por no ser consciente de la misma.

Freud señala que lo común a estos tres mecanismos de la equivocación oral es que la tendencia de que se trata se encuentra rechazada. Así, aunque en los dos primeros grupos la tendencia perturbadora es reconocida por el mismo sujeto, la persona ha decidido no dejarla surgir en su discurso, aunque finalmente se presenta a pesar del sujeto.

Además de estos lapsus y los errores de escritura o lectura, existen actos que Freud denomina de término erróneo o torpezas (Vergreifen), mediante los cuales realizamos deseos que deberíamos rechazar. En estos casos suele disfrazarse la intención bajo la forma de un despiste o casualidad. Un ejemplo sacado de mi práctica clínica es el siguiente: un estudiante universitario siente animadversión por un compañero de clase, pero ésta nunca se ha expresado y además pertenecen al mismo grupo de amigos. Un día, después haber quedado para comer en un restaurante, los estudiantes se despiden dándose abrazos. Al despedirse este estudiante del compañero por el que siente antipatía hace el gesto de abrazarle, pero golpea de forma inconsciente con su hombro la cabeza del compañero.

En el siguiente enlace puede acceder a las lecciones dictadas por Freud

No hay comentarios:

Publicar un comentario