Incluiremos
un enlace a las diferentes conferencias y un breve comentario de cada una. También
completaremos estas conferencias con el comentario de algún otro artículo, ya
que muchos importantes conceptos psicoanalíticos aún no habían sido abordados
por Freud, entre otros la comúnmente denominada segunda tópica (la división del
aparato psíquico en yo, ello y super-yo).
Freud dedicó las lecciones 2,3 y 4 a los actos fallidos.
Freud comienza la segunda lección realizando una
clasificación de los actos fallidos (Fehlandlungen). Un primer grupo de estos
actos fallidos está conformado por aquellos que se producen cuando una persona
dice una palabra por otra (Versprechen), escribe algo diferente a lo que
pretendía (Verschreiben), lee en un texto algo diferente a lo que aparece
(Verlesen) u oye algo diferente a lo que se dijo (Verhören). Un segundo grupo
lo constituirían los fenómenos basados en el olvido temporal, como, por
ejemplo, cuando no podemos recordar un nombre que, sin embargo, conocemos. En
un tercer grupo encontraríamos fenómenos de olvido permanente; podemos, por
ejemplo, olvidar definitivamente donde habíamos guardado algo o perder algún
objeto definitivamente.
Freud admite que pueden existir motivos fisiológicos y
atencionales relacionados con los actos fallidos, pero éstos no se explican
totalmente por aquellos.
Freud cita a dos autores, Meringer y Mayer, filólogo y
psiquiatra respectivamente, que intentaron dar una explicación de los lapsus
linguae de carácter fonemático, en la que unos sonidos predominan sobre otros y
predisponen al error. Para Freud esta explicación tampoco es suficiente, porque
los lapsus más corrientes consisten en cambiar una palabra por otra que
presenta cierta semejanza con ella, y que, de alguna forma, desvelan el oculto
pensamiento de quien los comete. A continuación comentamos algunos de los
ejemplos expuestos por Freud:
Un catedrático, en su discurso de presentación pretendía
decir: “No soy el llamado (Ich bien nicht geeignet) a hacer el elogio de mi
predecesor en esta cátedra” pero se equivoca y dice “No estoy inclinado…” (Ich
bin nicht geneigt…).
Un presidente de la Cámara austro-húngara abrió un día la
sesión con las siguientes palabras: “Señores diputados: hecho el recuento de
los presentes y habiendo suficiente número, se levanta la sesión”.
Una señora quiso alabar el sombrero de otra y le pregunta en
tono admirativo: “Y ha sido usted misma quien ha adornado ese sombrero?” Pero
al pronunciar la palabra adornado
(aufgeputzt) cambió la u de la última
sílaba en a, formando un verbo relacionado con la palabra Patzerei (facha).
Un joven aborda a una muchacha en la calle diciéndole: “Si
usted me lo permite, señorita, desearía acompañarla (begleiten)”, pero en vez
de este verbo formó uno nuevo (begleitdigen), compuesto del primero y
beleidigen (ofender).
No es difícil ver el sentido oculto en los cuatro ejemplos,
sin necesidad de tener ningún conocimiento en psicoanálisis. A veces el sujeto
puede explicar sus propios lapsus. En muchas ocasiones, sin embargo, la persona
no dará ninguna importancia a estos. El interrogar a la persona sobre el
sentido del lapsus y sus resultados son ya, tal y como Freud expone en su
tercera lección, parte del trabajo psicoanalítico. Existen abundantes ejemplos
de actos fallidos en la obra “Psicopatología de la vida cotidiana.”
Ya en la lección 4 Freud divide los lapsus en función del
nivel de consciencia que tiene el sujeto sobre los mismos. Así existe un primer
grupo en el que la tendencia perturbadora es conocida por el sujeto de la
equivocación y además se le ha revelado con anterioridad a la misma.
El segundo grupo comprende aquellos casos en los que la
persona que comete la equivocación reconoce en la tendencia perturbadora una
tendencia personal, pero ignora que la misma se hallaba ya activa antes de la
equivocación. Por ello estos sujetos aceptan la interpretación analítica y no
se ven sorprendidos por la misma.
El tercer grupo lo constituyen aquellas personas para las que
la intención perturbadora les es totalmente ajena. Si se realizara una
interpretación el sujeto la negaría, por no ser consciente de la misma.
Freud señala que lo común a estos tres mecanismos de la
equivocación oral es que la tendencia de que se trata se encuentra rechazada.
Así, aunque en los dos primeros grupos la tendencia perturbadora es reconocida
por el mismo sujeto, la persona ha decidido no dejarla surgir en su discurso,
aunque finalmente se presenta a pesar del sujeto.
Además de estos lapsus y los errores de escritura o lectura,
existen actos que Freud denomina de término erróneo o torpezas (Vergreifen),
mediante los cuales realizamos deseos que deberíamos rechazar. En estos casos
suele disfrazarse la intención bajo la forma de un despiste o casualidad. Un
ejemplo sacado de mi práctica clínica es el siguiente: un estudiante
universitario siente animadversión por un compañero de clase, pero ésta nunca
se ha expresado y además pertenecen al mismo grupo de amigos. Un día, después haber
quedado para comer en un restaurante, los estudiantes se despiden dándose
abrazos. Al despedirse este estudiante del compañero por el que siente
antipatía hace el gesto de abrazarle, pero golpea de forma inconsciente con su
hombro la cabeza del compañero.
En el siguiente enlace puede acceder a las lecciones dictadas por Freud
En el siguiente enlace puede acceder a las lecciones dictadas por Freud
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