Aaron Beck propuso una tríada cognitiva orientada a la explicación y tratamiento de la depresión, pero sus conceptos claves pueden ser trasladados al ámbito deportivo. Esta tríada hace que el deportista tienda a percibirse a él mismo, al mundo que le rodea y al futuro de forma negativa. Esta tríada puede activarse por malos resultados deportivos, lesiones, o falta de motivación. También se producen distorsiones cognitivas, errores en el procesamiento de la información, como las que exponemos a continuación:
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Sobregeneralización: llegar a una conclusión a partir de hechos aislados (he fallado un tiro, hoy no voy a jugar bien).
Sobregeneralización: llegar a una conclusión a partir de hechos aislados (he fallado un tiro, hoy no voy a jugar bien).
- Inferencia arbitraria: llegar a conclusiones sin evidencias que las apoyen (hoy el entrenador ha hablado poco conmigo, eso significa que no confía en mí y no me pondrá de titular).
- Magnificación y minimización: Evaluar erróneamente un acontecimiento exagerándolo o minimizando sus consecuencias (“estoy jugando muy bien”, dicho por un jugador que de forma puntual ha ganado cómodamente un partido).
- Personalización y autorreferencia: atribución personal de sucesos externos e interpretaciones egocéntricas de sucesos impersonales (“todos los compañeros juegan mejor que yo”).
- Pensamiento supersticioso y visión catastrófica: establecer una relación causa-efecto entre sucesos no contingentes (cuando los partidos son por la mañana juego mal y siempre pierdo).
Albert Ellis propone el esquema A-B-C para explicar los procesos psicológicos y que también podemos aplicar al mundo del deporte. En este esquema A son los acontecimientos activadores, B las creencias o evaluaciones de los acontecimientos y C las consecuencias emocionales o conductuales. Lo interesante de este esquema es que muestra que las consecuencias tienen que ver con la interpretación que se hace de ellas. Por ejemplo, hay jugadores a los que les puede motivar jugar con mucho público mientras que este mismo hecho puede poner tensos a otros jugadores. Según esta teoría es la interpretación que los jugadores hacen de la situación lo que provoca que estén o no tensos, y no el hecho de que haya más o menos personas viendo la competición. Un deportista podrá sobrellevar mejor algunas situaciones en la medida que acepte esta explicación.
Cuando en la práctica deportiva surgen pensamientos inadecuados hay que conseguir detectarlos para poder detenerlos y sustituirlos por otros más adecuados. Para que esto sea posible es necesario conocer los diferentes tipos de pensamiento:
- Pensamientos negativos frente a pensamientos positivos: los primeros reducen la capacidad de afrontamiento de la situación, resultado negativos para el rendimiento (“no voy a ganar”); los segundos sirven de refuerzo a la ejecución y aumentan la confianza del deportista (“ganaré este partido”).
- Pensamientos irracionales frente a pensamientos racionales: los primeros son ilógicos y no realistas (“si un día no entreno perderé la forma física”); los segundos están basados en datos realistas y objetivos (“si corro una hora tres veces por semana mejoraré el fondo físico).
- Pensamientos rígidos frente a pensamientos flexibles: los primeros son inalterables, y no permiten la introducción de nuevos puntos de vista que podrían tener valor para la situación (por ejemplo, un jugador de tenis: “como no voleo bien no voy a subir nunca a la red”); los segundos están abiertos a modificación dependiendo de la situación (“como me está ganando desde el fondo de la pista voy a subir a la red de vez en cuando”).
Una vez que se diferencian los tipos de pensamientos es conveniente que el deportista identifique los pensamientos inadecuados que suele tener antes, durante y después de la competición, realizando un listado en el que se especifique qué debe pensar el deportista cuando surge un pensamiento inadecuado. Un ejemplo de listado corto (es conveniente que sea mucho más extenso) es el siguiente:
Una vez que se diferencian los tipos de pensamientos es conveniente que el deportista identifique los pensamientos inadecuados que suele tener antes, durante y después de la competición, realizando un listado en el que se especifique qué debe pensar el deportista cuando surge un pensamiento inadecuado. Un ejemplo de listado corto (es conveniente que sea mucho más extenso) es el siguiente:
Pensamientos inadecuados
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Pensamientos adecuados
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Van ganando el partido, no lo conseguiré.
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He ganado muchas veces después de ir perdiendo.
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Tengo miedo de competir
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Tengo que competir lo mejor que pueda
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Estoy en baja forma, competiré mal
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La competición me permitirá evaluar mi estado de forma.
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Resumiendo, podemos considerar que el control de los pensamientos y el autohabla pueden ser útiles para el deportista para conseguir el cambio de hábitos, el control de la atención y del esfuerzo, el cambio del estado de ánimo o la adquisición de nuevas habilidades y destrezas.
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