viernes, 11 de mayo de 2012

La muerte de un ser querido: etapas del duelo

Vivir es adaptarse a una serie continua de duelos. Toda pérdida de un objeto con el que teníamos un vínculo afectivo provocará un duelo. La pérdida de una pareja o un trabajo,una crítica que afecte a nuestra autoimagen o incluso la derrota de nuestro equipo favorito son algunos de los duelos cotidianos a los que todos nos enfrentamos. El duelo por antonomasia, sin embargo, es el que se produce cuando muere una persona significativa. Cuando esto ocurre la persona que sobrevive al difunto pasa tipicamente por cinco etapas:

1. Negación:  esta etapa es necesaria para poder seguir viviendo. Cuando un ser querido muere nos enfrentamos a un vacio ante el cual la vida puede parecer carente de sentido. A medida que van desapareciendo las negaciones comienza a aceptarse que la persona se ha ido y deviene la rabia.
2. Rabia: al igual que la intensidad de la negación, la intensidad de la rabia es un indicativo de la conexión emocional que se tenía con la persona amada. Todas las emociones tienen una función y es importante que sean expresadas. Sin embargo la rabia es una emoción socialmente considerada como negativa y esto puede provocar que la persona tienda a no expresar su justa rabia ante la pérdida.
3. Negociación: en esta etapa la persona intenta llegar a un acuerdo consigo misma para intentar superar la pérdida. Es una etapa presidida por los condicionales en donde también se puede intentar restaurar el pasado y la persona se puede decir:"si hubiera hecho esto su muerte no habría ocurrido"
4. Depresión: en esta etapa devienen los sentimientos de vacio. Es una etapa inevitable, y aunque la persona puede pensar que va a durar para siempre o que está perdiendo la cordura es importante saber que forma parte del proceso normal del duelo.
5. Aceptación: La aceptación de la pérdida no implica olvidar al fallecido. Este es un miedo común en las personas que atraviesan un duelo pero esto, en realidad, no llega a ocurrir. Se seguirá recordando a la persona fallecida y habrá días especialmente malos (como los aniversarios de la muerte o el día del cumpleaños del difunto) pero poco a poco también empezará a haber días buenos y, poco a poco, conseguirá volver a reincorporarse a la vida.

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